CURIOSIDADES DE BUENOS AIRES DE
¿Sabías que en la expedición que realizó la segunda fundación de la ciudad de Buenos Aires hubo una única mujer que integro tal expedición ?
En el año de 1580 Ana Diaz fue la única mujer que integró la expedición de Juan de Garay y participó en los duros tiempos de la segunda fundación de la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre.
Y cuando Juan de Garay convocó para su aventura de ir a fundar una ciudad-puerto junto al Río de la Plata, ella pugnó por ser de la partida ante el mismo Caraí-guazú (señor grande, en guaraní), como ella llamaba al conquistador. Garay había dicho que en la primera etapa no habría mujeres en su expedición. “No quiero arriesgarlas inútilmente y tendrán que esperar”, había dicho.
Pero ella tanto insistió con su vocación de ser fundadora de la nueva ciudad, que integró aquella delegación de 54 “nacidos en tierra” (como se conocía entonces a los americanos) y diez españoles. Todos vendrían “a su costo y riesgo”. Zarparon en marzo de 1580 en la carabela San Cristóbal de la Buenaventura y en varios bergantines y embarcaciones menores. Un mes antes, por tierra, había salido otro grupo con un arreo de ganado vacuno y caballos.
La fundación se concretó el 11 de junio de 1580 y Garay (tenía poco más de 50 años) eligió el nombre de Santísima Trinidad porque la expedición había llegado a esta zona en mayo, en el día de la celebración de esa importante fecha religiosa. Después de instalarse y realizar la ceremonia formal refrendada por Pedro de Xérez, el escribano del grupo, se asignaron las parcelas para aquellos fundadores. Para Ana Díaz fue el solar 87. Era un cuarto de manzana algo alejado de lo que es la actual Plaza de Mayo, centro de aquella ciudad. El terreno, cuentan, estaba en lo que hoy es la esquina Sudoeste del cruce de la avenida Corrientes y la elegante calle Florida. Allí, en la actualidad, hay un local de comidas rápidas. Y en una de sus paredes, sobre Corrientes, dos placas de bronce recuerdan a Ana Díaz, quien también instaló una pulpería. Un tiempo después, la mujer se casó con el mestizo Juan Martín, quien tenía el terreno vecino. Fue la primera pareja formada y establecida en Buenos Aires.
El valor de Ana Díaz de llegar hasta estas tierras, en tiempos en los que había que hacer un duro trabajo por sobrevivir, quedó en el recuerdo. Su condición de mujer también la convierte en una figura para destacar. Claro que después no sería la única. Muchas mujeres colaboraron para que esta tierra fuera lo que hoy es. Un ejemplo de eso puede darlo la trayectoria de Mariquita Sánchez. En la calle Florida 271, a dos cuadras del solar que ocupó Ana, estaba la casa de Mariquita. Y allí se cantó por primera vez el Himno Nacional. Pero esa es otra historia.
Curiosidades del Barrio de la Boca
Sabías que lo que es hoy Caminito fue una vía del ferrocarril que dejo de funcionar hacia 1920. Mucho después el pintor Quinquela Martin se le ocurrió transformar este baldío en una calle peatonal que fue inaugurada en 1959 en un acto al que concurrieron el propio Quinquela Martín y el musico de tango Juan de Dios Filiberto , quien escribió la partitura de la célebre canción que dio nombre a esa calle. Pero el autor de la letra de Caminito el poeta riojano Gabino Coria Peñaloza , se refería a un camino de los alrededores de Chilecito en la provincia de la Rioja. Por otra parte , el tango caminito fue un éxito en 1926, cuando faltaban tres décadas para que existiera el Caminito de la Boca.
Adoquines de Buenos Aires
Los adoquines de Buenos Aires siguen ahí a tal punto que de las 26.000 cuadras que tiene la Ciudad, unas 4.000 todavía mantienen el viejo empedrado como una forma de ratificar que adoquín es sinónimo de algo duro de verdad.
Lo primeros adoquines provenían de las piedras de la isla Martín García para cubrir algunas calles. La elección tenía que ver con el origen del lugar: la isla es un conjunto rocoso del Macizo de Brasilia, cuya antigüedad se calcula en millones años. Con ellas se armaron los primeros empedrados. Pero a mediados del siglo XIX el origen de los adoquines cambió: llegaban desde Gran Bretaña (provenían de canteras de Irlanda y Gales) como lastre de los barcos que después llevaban granos a Europa.
Aquellas piezas eran de una piedra sólida y compacta que después se colocaba sobre un lecho de tierra y arena. Pero su alto costo hizo que se pensara en opciones más económicas. Entonces se volvió a recurrir a los de Martín García y empezó una explotación específica en Tandil. Este lugar iba a ser clave para el adoquinado de Buenos Aires. Así, a inicios del siglo XX desde allí llegaban miles de toneladas de adoquines para cubrir las muchas calles de tierra de la Ciudad.
La producción estaba a cargo de gente especializada (predominaban los inmigrantes italianos, aunque luego se sumaron muchos españoles y yugoslavos) que soportaban duras jornadas de trabajo. Cada hombre podía producir por día unos 250 adoquines de 20 por 15 cm. Esos eran los más grandes. También estaban los conocidos como granitullo (de 10 por 10 cm) y la producción diaria oscilaba entre las 900 y 1.000 piezas. Para los cordones se usaban piedras que medían entre 70 y 120 cm de largo, por 40 de alto y unos 17 o 18 cm de espesor.
Entre los obreros encargados de producirlos en las canteras de Tandil (la principal era la del cerro Leones, pero también estaban La Movediza, Vicuña, Aurora y Azucena) había unas 15 especialidades: entre los más conocidos estaban los picapedreros; los barrenistas; los marroneros (para partir las piedras usaban una maza de 10 kilos denominada “marrón”); los patarristas (eran los que agujereaban la piedra para colocar dinamita) y los zorreros, que manejaban las zorras que bajaban la piedra desde los cerros. El corte de los picapedreros era algo artesanal previo estudio de la veta y usaban una maza de 4 kilos, además de herramientas como cuñas y escarpelo. Tras el corte, llegaba el trabajo del refrendador que se encargaba de perfeccionarlo. Aquel era un oficio milenario y la explotación de esos obreros generó fuertes conflictos gremiales con huelgas por mejores condiciones de trabajo. La más extensa ocurrió en 1908 y cuentan que hasta casi dejó sin stock de adoquines a la Ciudad.